Durante el transcurso de mi carrera me dediqué a redactar las tesinas de docenas de personas de mi propia Universidad, cuyo interés en graduarse entregando proyectos propios era nulo. Además de las herramientas que la carrera de filosofía ofrece –aclaro– no son pocas, también aprendí, gracias al pequeño negocio que monté como “redactor fantasma”, un singular número de habilidades que no es posible adquirir realizando ninguna otra actividad, por ejemplo, logré mimetizar mi propio estilo de redacción con el de mis clientes, así evitando que los atraparan al momento de entregar los avances de su tesina.
Asimismo, desarrollé la capacidad para detectar y corregir errores de redacción, estilo y demás bestias similares, pues no solamente yo debía ser quien redactara las tesinas, sino que también era mi obligación integrar los fragmentos de texto que mis clientes producían en el cuerpo del escrito a presentar; de esta forma, entremezclando mi pluma con la de ellos, el trabajo final se notaba más auténtico. Considero que las habilidades mencionadas, aunadas a las que no es posible listar pues se corre el riesgo de aburrir al lector, son indispensables para realizar un excelente trabajo de edición, por lo que me permito postularme para su vacante.
Quedo atento de su respuesta.
Jonathan Canales
Licenciado en Filosofía