Tengo una imaginación muy amplia. Me gusta escribir y como no hay mejor forma para comprobar lo que puedo hacer, aquí una pequeña muestra.
Daniela estaba sentada en el sillón que está junto a su cama y empezó a preguntarse ¿Qué tan difícil puede ser engañar a tu marido? Sólo necesitas con quién, al fin y al cabo él está trabajando todas las mañanas y no hay forma de qué sepa dónde estoy. Esta idea había recorrido su cabeza muchas veces, estaba harta de la monotonía, de siempre hacer lo mismo. Ella cocinaba lo que podía y sobre todo para lo que le alcanzaba. Él llegaba se sentaba a la mesa y esperaba que le sirviera. Hace ya varios años que dejaron de platicar. La chispa del amor se había esfumado. Él terminaba de comer le daba un beso y se paraba a ver la tele. Había veces que para tratar de animar el amor Daniela se acercaba a él le daba un beso en la mejilla, y luego iba moviéndose poco a poco hasta la oreja y le decía en un breve susurro – la extraño en mi boca, extraño jugar con ella – él simplemente se dejaba consentir. Daniela empezaba a recorrer con besos el cuello e iba bajando poco a poco, se divertía con la lengua recorriendo la clavícula de Alfredo. Aflojaba la corbata, desabrochaba un botón y seguía uno tras otro hasta llegar al cinturón, en esta parte, la qué más le entretenía, recorría las yemas de los dedos por sus muslos y se toqueteaba lentamente mientras respiraba cerca del miembro de su hombre y sentía como crecía mientras apretaba su cara contra él ...